viernes, 24 de julio de 2009

CUALQUIERA DIRÍA QUE ES UNA COPIA DE LA MONA LISA




Cualquiera diría
que es una copia
de La Mona Lisa (1993)
Autor: Diego Fortunato
(Acrílico sobre cartón, 66 x 48 cm.).




LA CARTA

Quiero escribir una carta
pero no sé a quién dirigirla.
No tengo nadie que la espere
ni una dirección donde enviarla.
De todas maneras la escribiré.
La remitiré a mi corazón,
que sí escucha y leer sabe.

Querido amigo:
Primero que nada, mis mejores
deseos para sigas así, sano y fuerte
y pleno de dicha, salud y felicidad,
el cual hago extensivo a todos
tus amigos y familiares
que te circundan y siempre alientan
para que nunca te detengas
y continúes en la dura batalla
hasta que el Altísimo disponga.
Sé que he sido injusto contigo.
Que te debía estas líneas
desde hace bastante tiempo.
Que te he reclamado cosas sin razón.
Te suplico perdones mi desacierto.
Que olvides todos esos malos ratos
que te he hecho pasar sin recato.
La vida, y tú lo sabes mejor que yo,
me ha dado duros golpes y aflicciones.
No sé si con justicia o no.
¡Lo sé!... Eso no justifica mi proceder.
Tantas penas te he endosado
y tantos desconsuelos innecesarios
que fue como clavarte un dardo infiel.
Porque, al fin y al cabo, no tenías culpa de nada.
Perdona por tanto dolor, tanto sufrimiento,
que te infligí en mí alocado ir y venir.
¡Qué buen amigo eres!...
¡Qué fiel y manso compañero!
Tú sabes que todo lo acepto
y que de nada me arrepiento,
aunque el destino, puerco e infame,
me encajó el pecado de haber
nacido en un mundo ruin y malvado.
Nunca quise dañarte, ¡válgame Dios!,
porque te amo tanto como a mí mismo,
ya que eres bueno, sano y prudente.
Los deslices de mi vida sentimental
los soportaste con heroísmo colosal.
Te lo agradezco infinitamente
y nunca lo apartaré de mi mente.
Así como el amor que le brindaste
a mis hijos, a los cuales tenías como tuyos.
Tanta ternura, tanto cariño diste
que me hiciste sentir orgullo sin fin.
Y a mí madre, ¡cuántas caricias
y embelesos dabas cuando la mirabas
en lo profundo de su ojos vivaces y alegres!
¿Te acuerdas cuando yo era feliz
el gozo que me ofrecías en cada
salto del día y en las noches de armonía?
¡Qué hermoso era sentirte latir cerca de mí,
amar conmigo y ser amado por ti!
Me enseñaste tantas cosas que no sé
por donde empezar ni como describirlas.
A ti te debo todo el amor que pude dar,
los sentimientos y las pasiones,
pero lo que más te agradezco es ese don
divino, esa huella indeleble,
que sembraste en mí alma arrogante
al mostrarme al Dios de las alturas
que me apartó del camino errante.
¡Qué dicha!... ¡Qué misericordia, la tuya!
¿Recuerdas cómo jugabas
conmigo cuando era un niño?…
¿Cómo tejíamos sueños
con cándida inocencia y amor celeste,
porque decías que el amor era azul,
como el azul del cielo, nido de ángeles,
querubines, santos y vírgenes divinas?
¿Y mis lágrimas?... ¡Cuántas lágrimas!
¿Recuerdas lo qué me decías para contenerlas?
¿Sí?... ¡Qué bueno!… Yo también lo recuerdo
y nunca lo olvidaré. “Perdónalos…
¡Perdónalos, que no saben lo que hacen!”,
señalabas en un susurro que sólo yo escuchaba.
Tú me enseñaste ese sortilegio maravilloso,
ese don mágico que concede el perdón.
Esa liberación divina que purifica
y dignifica a quien concede y recibe.
¡Qué maravilloso eres!... ¡Único en verdad!
¡Qué mal te traté durante mis despechos,
mis mal de amores y mis locas carreras
al despeñadero de las angustias plañideras!
¡Qué inquietud y turbación te trasmití
y cuántos desvelos por mí dolor!
¿Te acuerdas de Luisa?... ¡Claro, cómo
no te vas a acordar! …¡Qué sentimientos
tenía!... Y esa mirada de virgen encantada
era todo un poema para enamorados.
Y de Trina e Isabel y las otras, ¿recuerdas?
¡Qué hermoso es amar más que el amor!
¡Qué contento te sentías en esos días!...
Bueno, no fueron días sino años,
tan plenos de felicidad que los dos,
tomados de la mano y con el regocijo
pincelado en nuestros ojos claros,
cantábamos por la calles de la ciudad
tantos vivas y tonadillas al amor
que teníamos a todos hasta la coronilla.
Bueno, son cosas del pasado, lo se.
El presente no es tan maravilloso
en esas cuestiones. Tendrá sus razones.
Lo importante es que estás a mi lado,
fiel e inseparable amigo de luchas
y batallas, alegría y desdichas y nunca,
siquiera en pensamientos, pensaste,
y valga la redundancia, meterme
en una ambulancia y dejarme
sólo, al arbitrio y al abandono.
Siempre a mí lado, como un guerrero
de los tiempos pasados y presentes.
Siempre has estado ahí, vigilante,
para que ningún espía errante penetre
las barreras que nos mantiene rozagantes.
Te amo, querido amigo. Sigue así,
firme y decidido, porque los combates
todavía, y tú lo sabes, no han concluido...
Entre vendavales y tempestades,
derrotaremos a los furiosos huracanes
y sobre lava de volcanes marcharemos
siempre juntos hasta llegar al reino
venerable de las ideas puras y benditas
porque todavía queda mucha tela sin cortar.
Bueno, me despido, no si antes desearte
muy cariñosamente que sigas lúcido y valiente,
sin interrumpir tu ritmo y galope, no importa
si la cuesta es empinada y que por ahora
sólo podamos comer papas y ensaladas.

Un fuerte abrazo amigo mío, extensivo a todos
los que te rodean, a esos valientes, que te ayudan
en el diario y vigoroso palpitar.

Cordialmente,

Tú tutor


P/D: Te amo doblemente.
Por lo que eres y por todo lo que me has enseñado, gran corazón.

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