martes, 9 de marzo de 2010

Xue Minjun, el poeta de las palabras de viento


El pintor Diego Fortunato con sus hijas Deborah y Daniela en Tindari
(Sicilia, Italia), con el Santuario de la Virgen Negra a sus espaldas.



Xue Minjun, el poeta de las palabras de viento (2005)
Pintor: Diego Fortunato
Tinta china y acualrtes sobre cartulona, 35 x 45 cm.
Serie: EL LENGUAJE DEL ZEN

VENTA
Lo recaudado irá a beneficio de la
FUNDACIÓN NIÑOS ARTISTAS DISCAPACITADOS


LA IDA

Te he olvidado en la locura
del camino muerto, en la verde
máscara de la piel de otoño.
He concluido que nada vale nada,
siquiera la vida o la muerte.
Nada importa ni nada tiene sentido
en la jungla del tormento.
Los vicios, el amor y la felicidad
naufragan en calles de sal sin sonido.
Sólo el eco de la mente navega
en el prado alucinado de los pensamientos.
Respiro en el abismo de la angustia
mientras huyo de la cárcel transparente
de las ideas y el arrepentimiento.
Dibujo en el gris del viento
el regreso a la quietud con el coraje
de un guerrero de los espacios infinitos.
El suspiro de la agonía susurra
su melodía de tristeza.
Ha llegado el sosiego, tibio, con color
de paz tallado en su rostro.
Ninguna resistencia,
siquiera el asombro pincela de miedo la ida.

Lai-Chin, la de la pequeña delicadeza


Lai-Chin, la de la pequeña delicadeza (2005)
Pintor: Diego Fortunato
Serie: EL LENGUAJE DEL ZEN
Tinta china sobre cartulina 14,7 x 21 cm.

HÉROE

En el cielo,
allá donde las nubes
esconden a los ángeles
tiene su casa mi héroe.

Dicen que usa barba,
tan blanca como la vida
y tan larga como la eternidad.

Su bondad es tan inmensa
como la luz y su paz
tan grande como el silencio.

Creó ríos y montañas,
peces y alimañas y le dio
vida al hombre que todo lo daña.

Escribió un libro,
de diez palabras solamente,
pero la gente las viola alegremente.

Mandó a su hijo
a enseñar a los míos
pero lo guindaron de un crucifijo.

Todos le piden
fortuna y laurel para luego
gastarlo en el gran burdel.

Los muertos creen
que más allá de los gusanos
hay un huerto sano llamado Edén.

Quizás todo sea cuento
pero yo no me lamento
de tener en mí casa
un héroe en el firmamento.