domingo, 27 de junio de 2010

EL DUENDE DEL LAGO


El pintor Diego Fortunato y su princesita japonesa en Siena, Italia.









El duende del lago (2005)
Pintor: Diego Fortunato
Tinta china y acuarela sobre cartulina, 45 x30 cm.
Serie: EL LENGUAJE DEL ZEN
(LA SERIE CONSTA DE 496 OBRAS).



En venta
Bs. 1.400
(Enmarcado en estilo inglés,
 con paspartú y vidrio.
Marco incluido)
Telf. 0412 -556.4954
diegofortunato2002@yahoo.es


LA LOCA Y LA LUNA
Era como un poema
escrito en la mañana.
Piel tersa,
tez de porcelana.

Algunos decían
que estaba loca,
pero no tanto.

Sus ojos, brillo
de centellas,
iluminaban
y encendían el día.

Cada brizna
de su cabello
era flama de oro.

Sus labios,
carnosos
y voluptuosos,
preñaban el sentido.

Era ella, la única,
la del mimo,
la bienquerida.

Pero vino
la luna-luna
y encendió la llanura,
de copos y locura.

De aquella
imagen de mujer
venerada no quedó nada.

Fue la luna,
mágica e ignota,
que la volvió loca.

¡Ay luna-luna!,
qué le has hecho
a la hembra moruna,
porqué le robaste la cordura.

¡Ay luna-luna!,
¿Dónde te las has llevado
si aún no la he amado?

¡Ay luna-luna,
profanaste la cosecha,
pero los recuerdos
reposan en la primavera.

¡Ay, luna-luna!... ¡Ay!

Te llevaste a la loca mía!...
¡Ay, luna-luna... ¡Luna!




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martes, 22 de junio de 2010

DANZANDO HACIA LA PRIMAVERA


Diego Fortunato y su pequeño, querido y amado hijo Cristhian.

Danzando hacia la primavera (1983)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre cartulina 60 x 45 cm.
Colección Privada: SUCESIÓN PEDRO TINOCO
EL HUERTO FIEL

Paraíso de esperanza
es la mente que siempre
te mantiene latente.
Con ideas a flor,
como retoños que germinan
sin saber su destino.

Es la mente huerto fiel
de dichas y locuras
donde la única cordura
es sembrar flores
que nunca marchitarán.

De todos los colores,
pero teñida de ilusión,
es el huerto de la mente
donde cada día,
sin esperar el suspiro
de los sueños idos,
siembro flores
llenas de pasión, letras,
palabras idas, cuentos
postreros y poesías
que plenan el alma mía.





OLOR SILVESTRE

Con el rocío
de la mañana
o cuando una lluvia
tierna acaricia
la pradera
el húmedo olor
de la vida silvestre
inunda el alma mía.

Es perfume
de ángeles
que mana del paraíso
para ungir al mundo
con su savia divina.

Árboles y arbustos,
flores y hierbas
y hasta las más pequeñas
de las azucenas
elevan su mirada
al altísimo bendiciendo
el regalo del cielo.


Sólo se transpira paz,
tan silenciosa,
que los acordes
de su armonía
con sutil delirio
te atrapa en canto
eterno y suave
en regocijo bendito.

jueves, 10 de junio de 2010

El shogún de las tierras vestidas de otoño


El pintor Diego Fortunato en Piazza della Signoria, en Florencia.
Atrás puede verse el David (1504) de Miguel Ángel. Es una réplica
que ha sido "atacada" en más de una oportunidad por malandrines
italianos. Al lado, el pintor con la estauta del general Aternum, uno
de sus antepasados marrocinos, como se llamaban las primeras tribus
indoeuropeas que se asentaron en la región de Abruzzo (Italia). En
aquella época, 311 a.C., tanto la ciudad de Pescara (donde nació el
pintor) así como el río que lo atraviesa, se conocía con el nombre
de Aternum y Abruzzo como ager Marrucinus. Al pasar del tiempo
y gracias a las conquistas romanas, tomó el nombre definitivo de
Pescara, tal como se le conoce hoy en día a esa hermosa y paradisíaca
ciudad playera del adriático.



El shogún de las tierras vestidas de otoño (2005)
Pintor Diego Fortunato
Tinta china y acrílico sobre tela 21 x 29,7 cm.
(Con marco estilo inglés y paspartú 55 x 46 cm.)
Serie EL LENGUAJE DEL ZEN

En venta
Bs. 1.400
(Marco incluido)
Telf. 0412 -556.4954
diegofortunato2002@yahoo.es

LADRÓN DE RECUERDOS

Busco sobre
las estepas del gris,
en las redondeces
de la memoria,
sobre las sombras
de las horas idas
y encuentro
el vacío de la nada
que me sonríe
como niña sorprendida.

Giro los ojos del pasado
hacia las profundidades
y un oscuro camino
que por instantes se ilumina,
indica el paso,
corto y escarpado,
hacia el ayer.

No hay rosas ni violetas
menos cosas benditas.
Ramas de terciopelo
o faroles de agua dulce.
Tampoco polvo,
lluvia o tormentas…
Pero es la vía.

Llego al final del sendero
agotado, pero sereno.
En el rincón más oscuro
encuentro un cofre,
que en una época fue reluciente,
con su boca abierta,
como pidiendo clemencia.
A pasos lentos me acerco.
No hizo falta más,
sólo dos pisadas.
Todo olía a estiércol.
Un caballero andante,
quizás un gitano,
un pirata o un fantasma
montado en un corcel
vestido de rabia
se había robado mis recuerdos,
mi historia,
la que creía no valía nada.
Ahora sólo soy el presente.
No hay pasado,
sólo un futuro incierto
que algún día
pertenecerá a los recuerdos.