domingo, 2 de diciembre de 2018

ESTABA RECOSTADO DE UN DESEO

La maja indígena (1987)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre cartón 66 x 48 cm.
Colección Privada.




ESTABA RECOSTADO SOBRE UN DESEO


Tirado en noche
oscura sobre el verde
y oloroso prado salvaje
y al abrigo de un paraguas
de estrellas, miraba al cielo
en busca de un lucero fugaz
para pedirle un deseo.

Estaba alejado del mundo,
de sus guerras criminales,
de sus odios infernales,
de sus luchas malditas
y violencia materialista.

Estaba ahí, donde la paz
puso su nido. Donde Dios
hace la siesta en días festivos.
Alejado de la eternidad
de las horas opacas y sin sentido.
De las luchas estériles de los poseídos
por el olor del dinero y la riqueza perversa.

Estaba en esa gran sabana,
hoy ungido paraíso terrenal,
que aún no ha sido contaminado
por la civilización siniestra y letal.
Estaba entre seres puros en humildad,
en el único recodo que se ha salvado
de la rapaz garra sucia e inmoral.

No sé si me perdonarán
mis hospedantes, los sabios
pemonesarekunas y demás,
pero se me hace necesario
revelar dónde estaba a fin
de enseñar al mundo
el ejemplo que ustedes dan.

Quizá los haré más adelante,
pero antes quiero terminar
con lo que había comenzado:
La noche se teñía de azul oscuro,
de ese color que nadie ha visto
ni yo sé descifrar. Mis ojos bien directos
no dejaban de apuntar al cielo,
mientras mis labios se desdibujaban
sin querer en sonrisa placentera.
No hay palabras, ni mano humana
que pueda atrapar ese momento.

Mientras suspiraba apareció una,
después otra y luego una legión más.
Eran tantas y tan rápidas,
que se me olvidaron los deseos.
Cerré los ojos suavemente y pensé:
Necesito un sólo deseo
para todas ellas y que todas juntas
logren realizarlo. Volví a suspirar
y pronto dije en mis adentros: “Señor,
Dios mío, devuélvele al ser humano
la espiritualidad perdida… ¡Por favor!”.

Al instante abrí los ojos y desde la pérgola
del cielo, las estrellas aún fluían
con fulgor, rapidez y reluciente armonía.
Parecían fuegos artificiales venidos
de las bóvedas del infinito desconocido.
¡Qué espectáculo tan magistral que ojos
humanos y radiantes pudieron ver y maravillar!

Me incorporé tranquilo. Sacudí
alguna paja que se había adherido
a mi camisa de lino y caminé lento
hacia la churuata, una especie de castillo
tejido con telarañas de palma moriche.
Suspiré otra vez, esta vez aún más profundo,
que creo que hasta en el fin del mundo
se escuchó su sentir. Acordeones,
una flauta y un violín sonaron en mí ser,
muy adentro, tanto que aún lo siento.
Fue la señal, no sé. No me atrevo a predecirlo.
Lo único que sé es que mi deseo pronto
se cumplirá porque el mundo ansioso está.

Volviendo a lo otro,
con mucha pena y obediencia
debo decir que me fue negado
y al mismo tiempo yo me lo he prohibido,
revelar dónde queda mi paraíso terrenal.
Está en la Tierra, claro está.
Ni tan cerca ni tan lejos, dependiendo
de donde usted está. Pero una cosa
es cierta :¡Ahí no hay maldad!

Una pista les he dado
porque así me fue permitido.
No hay mal sentido en este relato.
Lo lamento mucho, pero debo preservar
el único recodo donde Dios en las tardes
va a descansar y a soñar por un hombre
justo, espiritual, más humano y menos letal.

¡Lo sé!… ¡Él también sabe que vendrá!

Un alto en el camino en la vía que conduce al Roraima, 
La madre de todos los tepuyes de La Gran Sabana, 
al sureste de Venezuela (Estado Bolívar). En su cima
 se desarrolla el final de mi novela La ventana de agua,
 Tercera y última de la Trilogía el Papiro. 
Tapado por mi sombrero el Kukenán, visto en su
misteriosa e imponente silueta en la foto de abajo. 

www.gransabanayroraima.blogspot.com


A mi espalda el enigmático Kukenán, el llamado Tepuy
de los muertos,donde inicia La Estrella perdidasegunda
novela de la Trilogía El Papiro. La foto fue tomada desde el 
campamento pemón (etnia indígena dominante en la Gran Sabana), 
asentado a orillas del río Tëk. (Estado Bolívar, Venezuela).-

PUEDES LEER GRATIS LOS PRIMEROS CINCO CAPÍTULOS DE LAS TRES NOVELAS DÁNDOLE UN CLIC A LA VISTA PREVIA DE LOS ENLACES PUBLICADOS EN LA COLUMNA DE LA DERECHA DEL BLOG.

sábado, 31 de marzo de 2018

FLORES MARCHITAS

Danzando hacia la primavera
Autor: Diego Fortunato
Técnica: acrílico sobre cartón
Tamaño: 66x48 cm.
Año: 1987
Colección Privada familia Tinoco



FLORES MARCHITAS

Todos los días se van.
A veces cientos de ellas.
Otras miles,
ciento de miles.
Algunas dejan huellas.
Otras se van al olvido.
Por un tiempo se anidan
en los recuerdos
luego parten a la eternidad
despojándose del olvido.
Vagan desnudas
por el tiempo.
Una vez fueron vida.
Ahora son flores marchitas.
Brindaron afecto y amor
a sus seres queridos.
Protección a los desvalidos.
Mimos y embeleso
a los retoños paridos.
Ahora son flores marchitas,
flores del olvido.
Algunas quizás vayan
al edén de los seres de fe.
Otros sólo quedarán
en las fronteras inmortales
de la nada y el abandono.

Son flores marchitas
que una vez dieron vida.
Todas se van…
Ninguna queda…
No hay soplo de vida.


El pintor y poeta Diego Fortunato con el recientemente fallecido cantante mexicano Juan Gabriel. Eran tiempos mozos, tiempos de felicidad y logros alcanzados.