EL VUELO (Homenaje al infinito).



EL VUELO
(Poemario)

SINOPSIS
Quizás somos polvo de estrellas, quizás no. Quizás procedemos de un mundo perdido en el espacio. Quizás sí, quizás no. Quizás somos creaciones divinas y sin saberlo nos aniquilamos cada día que pasa. Quizás sí, quizás no. Quizás no somos nada, sino una multitud de humanos imperfectos. Quizás sí, quizás no. Quizás somos menos que microscópicas bacterias esparcidas en el infinito universo. Quizás sí, quizás no. No importa el quizás. A mí no me importa el quizás, por eso quise rendirle un pequeño tributo al universo que tanto amo y tanto me embelesa… ¿Será de su agrado?... Quizás sí, quizás no…




EN LAS FALDAS DE LA LUNA

Me escondí
detrás del último
recodo de la fantasía
y de las rubias
arenas de la Luna
tomé una rosa
color de estrellas
y de tú pelo la prendí.

Saboreé
las mieles de tus labios
tendido en el prado
que como manto
de luz y vida
se tendía bajo
el regazo titánico
y paciente de Tycho,
el cráter de los sueños,
y el Mar de la Fecundidad.

Tomados de las manos,
en lánguida mirada
de incontenible deseo
que nos arrebató la dicha,
deslizaste los ojos
hacia las infinitas alturas.
Seguí el camino de los tuyos
y los mío también se
perdieron en la oscuridad
de la bóveda perpetua.

Embelesados,
como dos niños
abandonados,
vimos a la Tierra,
triste y plañidera,
durmiendo el sueño
eterno de los héroes
de leyendas del pasado.

Cuántos recuerdos.
Cuánta felicidad y dicha.
Cuántas tristezas y amarguras.
Días de sueños y quimeras
comenzaron a flotar
en el espacio infinito
al ver a la Madre
que nos vio nacer
y tuvo que perecer
por la insensata
codicia sin fin.



TITÁN

Abrazado a la soledad
de Titán, la séptima
luna de Saturno,
miré al espacio
infinito y me topé
con La Nada absoluta.
Le pregunté dónde iba
y no quiso responderme.
Insistí y por respuesta
Escuché; “Donde el
silencio se acaba”.
¿Y dónde queda eso?,
indagué curioso.
La Nada quedó callada
por instantes, como
si estuviese meditando
su respuesta, sin embargo
no lo hacía. Sólo pensaba
si era correcto o no
decirme…, contestar
mi interrogante.
De pronto, como salido
de la bóveda del infinito,
escuché que me decía:
“En un sólo sitio. Donde
la muerte cobra vida”.
Quedé pasmado y pensativo.
La incoherencia de su respuesta
no me satisfacía.
Por eso, haciéndome el tonto,
como si no hubiese escuchado
su respuesta, insistí:
“¿Qué decías, que no te entendí?”.
Nada… Absolutamente nada,
contestó como si nada
y alzando vuelo La Nada
se perdió en la nada del espacio.



REENCUENTRO

Cuánto tiempo.
Cuánta añoranza.
Cuántos siglos.
¡Al fin pude volver
a mis inicios!
A los tiempos perdidos.
A los verdaderos
años vividos.
Ya no tengo
los que tengo
sino la mitad
de los que aparentaba
tener en la Tierra
que me dio luz,
amor y cobijo.
Mis 60 ahora
son algo más de 30
porque 687 días
dura el año
en mi roja tierra,
de donde salí hace
más de 4.600
millones de años.

Otra vez
piso tu suelo
de óxido carmesí.
Otra vez vuelvo
a deleitarme
con Fobos y Deimos,
que tal lunas de amor
inspiran mis emociones
y sentimientos.

Otra vez corro
por lo que alguna
vez fueron prados
de lindas y floridas
azucenas y alhelí.
Percibo su grato
olor en la cenizas
de lava caliza
y su blancura
en los pies
mientras camino.

En la tierra
que me brindó
calor y abrigo
llamaron con tu
nombre a héroes
y dioses mitológico
y legendarios.
Fue así como
en la antigua Grecia
nació Ares, hijo de Zeus
y Hera, famoso
por sus ardientes
amores con Afrodita,
y entre los valientes
guerreros romanos,
Marte, el inmortal
Dios de la guerra
y grandes victorias.

¡Qué dicha
volver estar aquí!
¡Qué dicha volver
a ver tus valles,
laderas y montañas!
¡Qué dicha
pisar nuevamente
el suelo que hace
millones de años
me vio nacer y llorar!



MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE DE LA LUZ

Nunca nadie
ha estado más cerca
del Horizonte de la Luz
que mi propia fantasía.
Soy el pionero,
el vagabundo errante,
el que nada en la nada
del espacio sideral,
el que con sus manos
ha tocado la línea verde
del infinito, aunque no el fin
de ese infinito, sino apenas
el comienzo de su línea
de luz brillante y horizontal.

Dicen que no existe
nada más veloz que la luz,
pero científicos y astrofísicos
están más que equivocados,
porque nunca han medido
la velocidad del pensamiento
y las ideas de un poeta
que dice la verdad y no hace tretas.

Detrás y abajo
del Horizonte de Luz
existe un nuevo
universo lleno
de burbujas verdes
repletas de galaxias,
soles y planetas,
que mis ojos que no son
ni se parecen
a ningunos girasoles
los han tocado y palpado
hasta más allá del frenesí.

Aunque todo vibre
y no haya brizna
de paja de donde
uno se pueda agarrar,
sólo falta ir allá
para besar la dulce luz
que brota de sus entrañas.
A veces es amarilla
como el canario soñador,
otras azul celeste,
como el cielo
que vemos en el este,
pero después
de dar vueltas y girar
por aquí y por allá,
como un trompo
feliz y enloquecido,
siempre verde permanecerá.

Yo ya me voy. Vuelvo allá…
Me encantaría invitarlos,
pero espacio no queda ya.



POZO DE ESTRELLAS

Estando solo
con mi fantasía,
jugueteaba
imaginado cosas
hermosas, cosas
que la imaginación
se resistía a creer
que existían.
Vi luces galopando
donde nacen
los deseos
y quedé atrapado
en el remolino
de sus destellos
que como hilos
de tenue seda
dorada me
abrazaban
y acariciaban
con sutil ternura.
Embelesado
e inmerso
en la etérea
paz de sus mimos,
me dejé llevar
hasta los confines
del universo sideral.
Como surfista
audaz e indómito
me deslizaba
con armonía
de niño encantado
sobre olas
de éxtasis dorado
cuando de pronto
caí en un pozo
lleno de estrellas.
Fruncí el ceño
y sin aspaviento
me preparé
para recibir
el duro golpe
en el final ignoto.
Seguía cayendo,
cayendo y cayendo
y este no venía.
Comencé
a disfrutar
de aquel
viaje sin fondo
y una sonrisa
de placer
se dibujó
sin falsa timidez
en mí rostro
de hombre
augusto,
que por nada
parecía de susto.

El regocijo
duró todo
lo que yo quería.
No sé cuánto
tiempo,
ni tampoco
me interesa.
Carece
de importancia
o sentido fiel.
El fondo
no llegaba
y yo estaba feliz
de mi viaje
entre las estrellas.
Un colchón
llenó de escarchas
relucientes,
tan suaves
como plumas
de ganso,
súbitamente
interrumpió
la fatal caída.
Con la dulzura
de un beso
me sentí
suspendido
y seguro
sobre ese
paraíso estelar.
Miré aquí
y allá y todo
estaba tan
brillante como
una estrellada
noche primaveral.
Quizás más,
pero no tanto
como para opacar
mis sentidos,
qué bien
despiertos
los tenía.
Volví a mirar.
Esta vez de allá
y luego para acá.
A un costado,
abarcando
lo que creí
que era toda
la bóveda celeste,
vi una gran brújula
hecha de estrellas
tan blancas
como perlas
del Caribe mar.
La bitácora
era casi igual
a las nuestras,
las de aquí,
en la Tierra,
con la única
diferencia que
el gran cometa
que servía de aguja
imantada marcaba
lo que debería ser
el Norte con una V,
que correspondía a Verdad
y en su polo opuesto,
o sea el Sur, con una M,
que significaba Mentira.
Y hacia el Este en vez
de una E tenía una B,
que traducía Bien
y a su lado inverso,
o sea el Oeste,
una M de rojas estrellas,
que simbolizaba el Mal.

Pensativo,
me eché de lado
porque un gran
sueño me invadió.
Comencé a soñar
despierto aunque
los ojos bien
abiertos tenía.
Y en mi sueño soñé
en Pyxis, la constelación
del hemisferio Sur,
que antiguamente
formaba parte
de la constelación
de Argos.
Seguí soñando
un largo rato.
No sé si estaba
en el Edén
o en un sitio
más hermoso
todavía.
Lo cierto es
que cuando desperté,
una luz que partió
de mí alma
me sonrío agradecida.
No entendí
el porqué lo hacía,
simplemente
le respondí
con un beso
que salió
de lo profundo
del ser mío.
Dichoso,
cerré los ojos
y en susurro
celestial escuché
como el tambor
de mi corazón
entonaba acordes
que armonizaban
un canto de amor
y paz que decía “sólo
la verdad os hará
libres” y, enseguida,
una marcha,
mezcla de cánticos
y bombos de suspiros,
coreaba “Si bien
amas al prójimo
el te amará
como tú lo amas”.

Aunque nunca
he fumado hierba,
ni nada
que se le parezca,
como tampoco
jamás he inhalado
cosa rara y menos
tomado píldoras
que enloquecen
los sentidos,
de pronto
me sentí como
embriagado
de cosa rara,
pero dulce
como el amor
y los sentimientos
que del cielo
brotan cada nuevo día
para desearnos
paz y amor
a todo los hombres
de buena voluntad.

Por mí parte
¡qué así sea!,
No sé de la
de ustedes.



TEMPESTAD EN EL SOL

No sé si se será
hoy o mañana,
pero algún día será.
Si es el Armagedón
o el nuevo Apocalipsis,
tampoco lo sé.
Lo único que sé
es que será.

No será hoy
ni mañana,
pero acontecerá.
No será una tempestad
cualquiera, ni un
enloquecido tsunami,
un terremoto destructor,
un huracán arrasador
o un temporal inundador.
Tampoco será
una guerra nuclear,
ni una invasión sideral,
mucho menos un desastre
fluvial que llene
de agua a la Tierra total.

Nada de eso será.
Será más destructor
que todo eso junto
y mucho más y se dará
de un solo tirón
y todo terminará
antes de que te
lo cuente un mirón.

Será la tempestad del sol.
El vómito del diablo
que abrasador
caerá sobre nosotros.
Lenguas de fuego
más largas
que mil autopista
nos freirán con sabor
y sin sazón.

No sé cuándo será,
Pero de qué será-será.
Si es castigo de Dios
no sé si será,
Pero de qué será-será.

¡Qué Dios nos agarré confesao!



PLANETA VIVO

Sólo eso nos faltaba.
No contentos con tantos
rollos, problemas,
hambre y guerras
intestinas y fraticidas
aquí, en mi querida
Tierra natal,
ahora científicos,
locos y astrofísicos
dicen que por ahí anda
dando tumbos,
como vagabundo
sideral, un planeta
que es gemelo, o sea
más que hermano,
de la Tierra que me parió.

Y todo porque Ragbir,
que no es rabí ni
nada por el estilo,
porque no es judío
sino astrónomo
australiano, dijo
que “le tomó el pulso”
a una luz que venía
más allá de Gliese 581g,
un planeta que nos podría
servir de refugió vital
cuando aquí en la Tierra
se arme la sampablera
y a algún loco político
o militar se le ocurra lanzar
las bombitas que nos
dejarán sin luz ni vida
por toda la eternidad.

Dicen que está
por allá, fuera
del Sistema Solar,
pero que es tan
magnifico y habitable,
con atmósfera agradable,
que muy bien podremos allí
sembrar caraotas y trigo
que nos de nuestro pan
de cada día, porque cuatro
veces mayor que la Tierra es.

Todos ellos,
físicos y astrónomos,
hablan de una débil
señal y misterioso
pulso de luz,
pero con eso
no se va al mercado
ni el hambre puede
amainar. Mucho
menos mi sed calmar
por eso me voy a tomar
una cerveza tan fría
como el oso polar.

También dicen
que todo es difícil
de explicar, sólo
aseguran que la señal
es tan larga como flaco
desgarbado y penitente,
pero que allí agua fresca
y vida de seguro hallarán.

Lo único malo
que no tan cerca está
y ni con autos, ni aviones
lo podremos alcanzar,
ya que a veinte años
luz de la Tierra está…
¡Una recontra guará!

Por ahora yo me quedo
con mi piscina, a la que
no tengo que calentar
y si me da la gana
y quiero pescar
a la mar me voy a echar.



EL ESCUDO PROTECTOR

Si no existiese Júpiter,
el del brillo encantador,
otro gallo cantaría
y la vida en la Tierra
no sería tan apacible
como parece serlo.

Otro gallo cantaría
porque una lluvia
de asteroides
nos destrozaría
antes de que cante
el gallo cada día.

Nuestro hermano mayor,
el de nariz achatada
como boxeador,
trescientas dieciocho
veces más grande
que nosotros,
y sus dieciséis hijos,
ponen sus espaldas,
pechos, brazos y voluntad
para servirnos de paraguas
o escudo protector
contra los mortales
peñascos de fuego
que desde el espacio infinito,
en afán temible y destructor,
se lanzan sobre la Tierra
como superbólidos de Fórmula 1
tal si estuviesen paseando
en autopista sin corredor.

Y no son poquitos,
sino algo más
de cincuenta millones
de mortales flechas siderales,
que quieren hacer papillas
a todos los mortales.
Menos mal
que esa lluvia infernal
sólo se da cada
veinte años o más,
sino otro gallo cantaría
y arrasaría la peste
y la melancolía
en esta Tierra mía.



CONO DE VAINILLA Y LIMÓN

Dicen que eres retrogrado
porque ruedas al revés,
pero ¿quién ha dicho
que el derecho
es el derecho y no al revés?
¿Por qué el revés no puede
ser al derecho y el derecho al revés?
Todo es cuestión de semántica
y a través del cristal
por el que se le mire,
si es que se mira derecho.
Además, qué importa
cómo ruedas si eres
realmente tan grande,
hermoso y fascinante,
que te bautizaron
como Urano, en honor
al dios griego de los cielos,
padre de Crono,
al que le decían Saturno.
Eres el séptimo
de la dinastía solar,
pero tan monumental
y orondo que cuando
te veo desde aquí,
se me hace agua en la boca
porque por tu color y textura
te asemejas tanto a una bola
de helado de vainilla y limón,
mi preferido, que me encantaría
devorarte en un tris, o sea
en milésimas de segundos
aunque lograrlo lleve un mundo.
Y no es que sea un gordo
mofletudo y glotón,
sino que cuando te veo
en el cielo nocturno,
me pongo como moribundo,
porque no creo que eres
un planeta, sino el Edén
de los Helados de Mantecado.

A veces me pongo triste y ansioso
porque sólo Ariel, Umbriel, Titania,
Oberón y Miranda, como satélites
a tu lado pueden disfrutar
de los sabores que has dado
y eso no es justo ni correcto.
Y lo que hablo no es dialecto
orbital, mucho menos americano.
Tampoco me he fumado un pucho
malsano ni birra he tomado,
lo único que hago es mirarte
por el telescopio de mi amiga
Antonieta que está muy furiosa
conmigo porque en vez de bajarle
la pantaletas estoy embelesado
viéndote a través de le lente convexa.
Por ahora te dejó.
Será hasta mañana cuando
te vuelva a admirar.
No quería dejarte todavía,
pero el campo magnético
del triángulo perfecto que tiene
mi amiga entre las dos piernas
es tan cautivador y poderoso,
que no puedo resistir la tentación
de dejarme absorber cual coloso
hasta el infinito de sus entrañas
ardientes como sol de primavera.



EL ENANO GIGANTE DE LAS MIL FABULAS

Es allí
donde viven
los gnomos
de las fábulas
de mí niñez.
Algunos
se han escapado
a la Tierra
y se resisten
a regresar
al hogar
que les dio
vida porque
mucho frío
dicen que hace
en ese gigante
azul y colosal.
Y están en lo cierto,
porque no hay
refrigerador
que de un solo
tirón sea tan
alucinadoramente
congelante
como el viejo
Neptuno, bola
Sideral que tomó
el nombre
del dios romano
de los mares,
que era el mismísimo
gran Poseidón
de los océanos
y profundidades
de los griegos
y macedonios.
Por allí no
se puede andar
en franelillas
ni de la playa
disfrutar, porque
muy lejos
está del sol
y en un tris
te helaras
desde la punta
de un cabello
hasta las uñas
de los pies.
Quizás
los gnomos
estaban en esa
Gran Mancha Oscura
que hoy en día
ya desapareció,
porque los fuertes
vientos del infinito
a la Tierra los arrastró.
Galileo lo confundió
con una estrella
cercana a Júpiter
pero muy pronto
se dio cuenta
que del cielo
nocturno una legión
de gnomos descendían
para, muy calladitos,
quedarse en la glacial
Escandinavia
y después en la Tierra
toda y más allá
de sus entrañas.
Chinos, vietnamitas,
coreanos y japoneses
la veneran y llaman
el rey estrella del mar,
pero en la India,
que no hay hambruna,
sólo la llaman Varuna,
que en buen castellano
es la misma cosa
de griegos y romanos.
Lo pusieron
de último en la fila
no por bruto
o pendenciero,
sino por ser muy
grande y poderoso
y roncar como un oso.
En el fondo
de sus macizas
rocas fundidas
con cincel de vida
en agua, metano,
amoniaco líquido
y coronillas
recubiertas
de eterno y puro
hielo blanco,
dicen que mansos
cual corderos
con la boca abierta
esperan miles
de millones
de relucientes
diamantes
tan grandes
como el auto
de Gabriela,
la bella mulata
que se acostó
con el bueno
de Mandela
cuando era un
preso político
cualquiera
y del jolgorio
y la mundanal
vida gozaba
aunque entre
rejas estaba.
Todo eso está
muy bien
y aunque sea
riqueza
cualquiera,
no es fácil
de tomar porque
en el espacio
sideral está.
También
quisiera tener
un diamante
de ese tamaño
y grosor, aunque
ambicioso
ni codicioso soy,
pero por hoy paso
y que otro gato
baje a buscarlo
a siete mil
kilómetros
de profundidad,
no sin antes
sortear a los alertas
y vivaces centinelas
Tritón y Nereida,
que a su alrededor
dan más vuelta
que un tropo en alerón
para que nadie
viole su intimidad
y con los diamantes
quiera cargar.
A quien se vaya
a aventurar,
aquí sentadito
lo espero
para verlo y reírme
un buen rato cuando
regrese de Neptuno
convertido
en un helado
de coco y mantecado.



EL PURGATORIO DE LAS IDEAS

Por ahí dicen
que en su suelo
rocoso y volcánico
muchas almas
se han purificado.
Su cercanía al Sol
lo hace deleitante
y bastante calcinante.
Si es la antesala
del infierno yo no lo sé,
ni me importa por ahora,
pese a que los beatos
lo llamen Purgatorio,
porque dicen que allí
con calor y tormento
se consigue el firmamento
después que las ideas
malsana sean cocinadas
al carbón y sin sazón.
Lo cierto es que en ese
remoto lugar huele
a mucho azufre
por lo que bien cerca
de la morada
de Satán debe estar,
y si bien el averno
no se llame Sol,
yo no me como
ese coliflor
de que apenas
es una estrella
que en las mañana
alumbra un lado
de la Tierra
mientras el otro
se va a dormir.
Aunque no quiera
redundar,
me veo obligado
a hacerlo,
porque el tal Mercurio
pasa a cada rato
delante del Sol
para soltar,
como si fuese un pedo
en un chinchorro
a todas las almas
tormentosas
que del purgatorio
no eran dignas
por ser de fariseos
y pusilánimes
que tenían miedo
de decir la verdad
y sus ideas
libres expresar.
Pese a que no soy
científico sino
poeta nato,
pero no lírico,
porque mi apellido
es Fortunato,
debo decir
sin que me quede
nada por dentro
que el tal Newton
estaba más pelado
que rodilla de chivo
sobre sus cálculos
del perihelio
y que el fulano
Le Verrier,
algo despistado
porque el tal planeta
Vulcano, que decía
cerca del Sol,
no existe
o las nubes
y sus amigos
más cercanos
se lo han fumado
para estar bien
entonados.
Bueno, para
no hacer tan larga
esta historia,
que apesta
a caraotas quemadas,
apenas agregaré
que el pobre
Mercurio ha recibido
más bombardeos
que todas las guerras juntas,
habidas y por haber,
en la Tierra mía,
pero con la colosal
diferencia de que no
le lanzaron bombitas
de gelatina,
sino grandes
y candorosos
meteoritos
de granito
que volvieron
polvo y mierda
llameante todos
sus rinconcitos infinitos.
Si quieren saber más
a mí ya no me fastidien
porque mucho sueño
y letargo tengo ya.
Métanse
en un santiamén
en el propio Internet
o una polvorienta
biblioteca, llena
de piel y manteca,
porque no quiero
seguir pensado en esto,
pues de repente
por soquete y estar
en estos dimes y diretes
al Purgatorio de las Ideas
me van a enviar
y yo todavía no quiero ir
porque tengo
mucha vida que dar
y gente a granel
a quien fastidiar.
Y si redundo
Y si redundo tanto
en el porque o porqué,
ustedes bien
saben porque lo hago.
Por eso dejen
de tanto criticar
y vayan ustedes
también a dormir…
Porque… Porque…
¡yo ya lo estoy haciendo!



EL DE LOS ANILLOS DE PLENILUNIO

Eres grande
y resuelto,
pero te ocultas
en nubes de gases
para disfrazar
tus brillantes
e inmensos anillos
que quince veces
más veloces
que una bala
arropan de misterio
tus encantos.
Los romanos
te llamaron Saturno,
el padre de Júpiter,
porque te semejaron
al antiguo titán Crono,
hijo de Urano y Gea,
quien gobernaba
el mundo de los dioses
y los hombres
devorando a sus hijos
después de que nacían,
ya que el inseguro
y pobre cobarde
tenía mucho miedo
de que lo quitasen
del medio y con trono
y corona ellos se quedaran.
Pero su buen amado
hijo Zeus, que no
tenía un pelo de tonto,
se burló de ese nefasto destino
y de un solo y preciso guiño
derrocó a su malvado
padre para quedarse
él solito con el coroto.
Aunque deambules
lentamente entre gases,
flatulencias y estrellas
y dures poco menos
de treinta años en dar
la vueltita por tu órbita
ambivalente y celestial,
no quiere decir que seas
gordo y perezoso
sino un padre anciano
que cansado está
de dar tantas vueltas
sin que en el oscuro
firmamento se aparezca
una buena y hermosa
hembra que lo saque
de ese gran ayuno
que ha convertido
a su vida en un horrible
y pesado insomnio.
Ya no duerme
y de tanto pensarlo
sus ojos de luna llena
bien abiertos mantiene.
Diecisiete
hijos arrullan tus
noches de plenilunio
y cuidan como gran
padre amado,
aunque tus preferidos
sean Jano, Titán,
Hiperión, Tetis y Telesteo,
no descuides a Encélado
porque da calor a tu sueño
y los libera de malos
pensamientos cuando
enciende la chimenea
de géiser de agua y lava
bien ardiente y fulgurante.
Aunque digan que Titán,
tu hijo y satélite predilecto,
tenga una atmósfera
rica en metano, muy similar
a la de la Tierra primitiva,
eso me huele a rancio ano.
Yo me quedo en mi tierra,
aquí abajo, porque ganas
ninguna tengo de luchar
con dinosaurio alguno
ni en selvas o grutas vivir,
porque en las únicas
cavernas donde me gusta
estar son en las que tienen
las hembras entre las piernas.
¡No es un géiser,
ni agua bendita,
pero calientes están!



LA DE LA CURVILÍNEA FIGURA

Es la amante
incondicional,
la que todo lo da
y nada pide a cambio,
aunque dicen
que su relación
con la Tierra
es incestuosa
ya que son más
que hermanos
pese a que su sol
salga por el oeste
y el de la Tierra
por el este.
Diosa del amor
entre los romanos,
porque siempre
está ardiente
de placer y devora
con excéntrica
fruición
todo lo que pase
por su lado.

Después de tantos
siglos y de estar
dando vueltas
de aquí y allá,
debe estar
algo cansada
porque sus días
son doscientas
cuarenta y tres
veces más largos
que los nuestros
y también sufriendo
de presión arterial,
ya que su atmósfera
es noventa y cuatro veces
superior a la terráquea.
Dicen que se la pasa
maquillando
y haciendo ejercicios,
de spinning y gimnasia,
para siempre verse bella
y curvilínea como
la hermosa Venus que es.
Los puntos de acné
que muestra
en su rostro excelso,
ella los excusa diciendo
que rocas superficiales
apenas son y que, pese
a todo, estará siempre
bien caliente esperando
a su amada Tierra,
la que alberga
a los hombres deseados
y bien queridos.
Aunque venusiano-a
venéreo-a
son la misma cosa
porque se refieren
a Venus-Afrodita,
los mal pensados
cristianos
se lo endilgaron
a las enfermedades
dolorosas que vienen
después de tener
sexo y placer
con una prostituta
bien inmunda.
Haciendo caso omiso
a los dimes y diretes,
ella se contornea
y muestra muy oronda
su agraciado porte y galanura
porque se sabe reina
y figura hasta la sepultura.
Es la única
que puede verse
de día y a simple vista
estés en la parte
del mundo donde estés
y la única, en todo
el Sistema Solar,
que lleva nombre
femenino, pese
que por allí andan
dos enanas feas
llamadas Ceres y Eris,
que no tienen nada
que ver con este tinglado.
A los alpinistas,
soñadores y aventureros
los reto y arengo
a que vayan
al Ishtar Terra,
en la meseta norte,
y escalen
una “montañita”
dos kilómetros
más alta que el Everest
para que Venus,
complacida y sensual
los premie con un beso
que se llevarán
a la eternidad.
Los poetas le dicen
Estrella de la mañana.
Otros locos y escritores
Lucero del Alba
y los que andan
un poco más allá,
por la Siberia ancestral,
simplemente
Lucero Vespertino
porque todas las noches
los alumbra y arrulla
con sus encantos femeninos.
Los antiguos mayas
la incluyeron
en su calendario
religioso y la pusieron
en un círculo
con una pequeña
cruz debajo
para simbolizar
el sexo mujeril
y diosa la llamaron.



EN UNA REGIÓN FINITA DEL INFINITO

No soñaba,
mucho menos
estaba despierto.
Sólo vagaba
en los espirales
de mi mente
cuando de pronto
me encontré
en un agujero negro
que está más allá
del fin del mundo.
Escuché gritos
a mí alrededor
pero no sabía
de dónde venían
y qué decían.
Seguí observando
un rato más
en la tenebrosa
inmensidad.
Un ruido infernal
de pronto
atrajo mi atención.
Miré a un lado,
después hacia otro,
y nada. Volví a mirar,
está vez hacia
el sótano de infinito
y vi como un gran
agujero negro
eyectaba potentes
chorros de materia
color ámbar carmesí
que estallaban
en loco remolino
de vida y de muerte.
Puse atención
y agucé los oídos.
Los aullidos venían
de las cavernas
de la oscuridad
más oscura.
Quise escapar
en un instante,
pero algo me detuvo.
Estaba en la curvatura
del espacio-tiempo
y vi varios horizontes
de sucesos y yo reflejado
en cada uno de ellos
y en cada etapa de mi vida
hasta el nacimiento.
Era muy hermoso
y de nítido placer
a mis aterrados ojos,
pero quería escapar
porque estaba
en el límite del espacio
y de allí nadie logra huir
siquiera un rayo
de fina y tenue luz.
Di un salto,
después otro
un poco más fuerte
y en un instante
estaba sentado
más allá del centro
de la Vía Láctea,
fuera de todo peligro
y de los tenebrosos
agujeros negros
y sus cuatro dimensiones
geométricas de carga
eléctrica letal.
Me sentía dichoso
y satisfecho.
Había presenciado
en el infinito la muerte
de una gigante roja
que en miles de millones
de años se convirtió
en una enana blanca
y luego en agujero negro
y salí ileso en el intento.
¿Qué cuánto tiempo
estuve allí?... ¡Qué importa!...
La velocidad de la mente
no se mide por los miles
de millones de neuronas
que una persona tenga
en su pequeño cerebro,
sino por la velocidad
de sus pensamientos
y luminosa imaginación.



EL NIDO DE LA VIDA

Una estrella
está muriendo,
una estrella
está naciendo.
¡Viva la vida,
viva la muerte
que da paso
a la vida!
Estoy sentado
en el nido
de la existencia
y en el ocaso
de un lucero.
Estoy solo.
Ni un alma
peregrina
se avecina
al borde
de la vida
y de la muerte.
Me arrellano
como niño
encantado
entre las pajas
del firmamentos
y mis ojos
embrujados
ven como se abre
su vientre
lleno de luz
y colores
para celebrar
la agonía
y el nacimiento
de una nueva
y estrella…
y después otra
más hermosa,
y otra... y otra más
grande y risueña
y otra, más chica
y traviesa.
Después una más.
Una allá y otra acá,
hasta que el infinito
se enciende
en mágico
candor de fuego
interestelar.
Es el nido
de la vida…
Es el ocaso
de la existencia.
¡Ha muerto
una estrella,
pero otra
nacerá
como ángel
luminoso
en la bóveda
negra y celeste.
Una se va,
pero da paso
a otra más linda
y vivaz.

Los viejos
cultores de latín
las llaman
stellae novae,
que en lenguaje
coloquial
y en mi viejo
muladar
quiere decir
estrellas nuevas,
pero con el pasar
del tiempo,
a ciertos alucinados
astrofísicos
y desgreñados
sabihondos
les dio
por llamarlas
Supernovas
porque en postrer
aliento germinan
vida, sistemas
solares y planetas
colosales.
En el juego
de la creación,
de estallidos
y artificios divinos,
nubes incandescentes,
gases y sutil
polvo de estrellas,
tal como semillas
de existencia
esparcen vida
entre los arbustos
del universo.
Juglares, tejedores
de ilusiones
y fabricantes
de sueños
y quimeras de épocas
pretéritas y presentes,
cantan a los cielos
tonadillas, rimas
y canciones,
donde afirman
que polvo de estrella
somos y en polvo
de estiércol
nos convertiremos.

¡Qué obra tan divina!
¡Qué prodigioso encanto
es ver la vida llorando,
ver la vida cantado,
cuando una nueva
estrella ilumina
el cielo en su
primer bostezo
a la alegría
¡Sagrado espectáculo
de luciérnagas
fundidas en el oro
del paraíso celestial!
Con tristeza
y melancolía
me despido.
Dejo el nido.
La danza
de la creación
ha terminado.
Dos semanas
duró el parto
interestelar.
Quedé tan cansado
y embelesado
por su paroxismo
inmaculado
que un hada
madrina
salida del edén
de la esperanza
me vino a rescatar.
Tocó dulcemente
con su varita
el hombro
de mi estrella
preferida
y ella, cansada
y somnolienta,
me llevó a reposar
entre los brazos
de una galaxia
plena de luz
y paz celestial.


   
EN TUS BRAZOS DORMIRÉ
A la nebulosa de Orión, mi nuevo hogar.


Como nube de gas y polvo
vagas por la inmensidad
de ignotas praderas siderales.
Sin aspaviento y con mucho
movimiento te mueves difusa
al sur del Cinturón de Orión.
Tu brillantez asombra
al cielo nocturno que cobijas
y estremeces al vaivén
de tus misterios ancestrales.
Estás a muchos años
luz de poder alcanzarte
y tocarte con mis manos,
pero algún día lo haré
y los secretos y victorias
de Ensis, y la espada
que desde el balcón de mi casa
observo embelesado,
será mi arma salvadora.
Todos buscan develar
los enigmas que con celo
de amante amoroso encierras
en tu vientre bendito
que a cada instante estelar
revela cómo nacen y nacieron
estrellas, supernovas y planetas
paridos en colisión magnífica
y estridente en tu vientre repleto
de nubes, polvo y gas sideral.
Discos protoplanetarios,
enanas marrones que me recuerdan
a los cimarrones salvajes
que una vez cacé en las verdes
estepas de este, mi pequeño planeta
azul, que por ahora es mi hogar
y hogar de más de siete mil millones
de atormentados y confusos humanos
que deambulan de aquí y allá
en busca de dinero y felicidad,
y de más de diez veces más
que esa cifra de seres vivientes
que vagan libres, dichosos
y armoniosos por cielo, mar y tierra.
Ellos, los bípedos humanos,
les dicen animales salvajes.
Su ofuscada vanidad no les hace
percatar que los verdaderos,
malvados y depredadores
animales son, con total y precisa
seguridad, ellos mismos y nadie más.
¡Oh, nebulosa infinita!
¡Oh, Nube de Orión!
Fuertes turbulencias arropan
tu vasta llanura y montañas
siderales que constantemente
son agitadas por un perturbador
rocío de luminoso gas multicolor.
Todo danza alrededor de grandes estrellas
que se acercan a ti en busca
de cobijo, calor materno y nido.
¡Oh, Nube de Orión!
¡Oh, nebulosa infinita!
Desde mi azotea observo
el hermoso anillo de Barnard
con el cual te desposaste
y convertiste en la gigantesca
nebulosa de Orión y diste a luz
a Mairan, Flama, M78
cabeza de caballo,
tus devotos y adorados hijos.
Al sur de tu cinturón orgullosa
exhibes tu espada de espectro
luminoso y radiante infrarrojo.
Un poco más allá,
al este de donde se fabrican
los sueños y leyendas,
veo al cúmulo del Trapecio
y a varias estrellas fugitivas,
entre ellas a Arietis y Aurigae,
que corren por el espacio
a más de cien kilómetros por segundo,
envidia del arrojado campeón
más campeón de Fórmula 1.
Bosques verdosos, regiones rojas
y túneles azulados con tintes violetas,
veo en la neblina de tu ombligo.
Muchas leyendas se han tejido
alrededor de tu misteriosa vida.
Aunque Plotomeo, Galileo
y los antiguos mayas no te hayan
sabido descifrar en toda tu inmensa
magnitud, y que Claude Fabri de Peiresc
y un viejo jesuita llamado Cysatus
de Lucerna te confundieran
con un brillante cometa,
hasta que al fin llegó Huygen
para bautizarte como M42,
yo, con ignorante orgullo
de un ser que muy poco, o nada sabe,
te confesaré que eres mi favorita
entre todas las extrañezas del firmamento,
porque me has inspirado a ser
más humano y menos prepotente.
¡Oh, Orión!... ¡Oh, nebulosa infinita!
Eres pura energía y vibrante vida.
Algún día alcanzaré tus alas
y en tus brazos dormiré
junto a toda la humanidad y vida presente
o por venir en el cosmos sideral.



EL BRILLANTE CAZADOR
A Orión, el cazador más deslumbrante del universo.

Te encontré cerca del río Eridanus,
junto a tus perros de caza Canis Mayor
y Canis Menor, mientras batallabas
contra la constelación de Tauro.
Bajo el brillo incandescente
de Betelgeuse, la supergigante roja
que siempre te acompaña
en tus correrías, me uní a tu coto
como fantasma furtivo.
Me emocionó verte erguido,
cual gigante colosal,
con tu garrote de bronce en alto
apuntando a la enorme cabeza
del furioso de Tauro, quien estaba
a punto de embestirte,
mientras en tu mano izquierda
asías el gran escudo de luz y vida.
Nunca vi yelmo tan deslumbrante
sobre cabeza de guerrero alguno
ni espada tan resplandeciente
y afilada como la que colgaba
de tu cinturón de estrellas.
Apoyabas tu pie derecho
sobre el inofensivo conejo
que pacía sereno en los prados
azules de la protectora Rigel.
A lo lejos, muy coqueta,
distinguí a Bellatrix, la indomable
amazonas del cuadrilátero exterior
guiñándole el ojo a Saiph.
Después, muy oronda,
sosteniendo orgullosa y en alto
tu cinturón, vi a la vieja Mintaka,
que a sus 915 años luz
de distancia, lucía espléndida
junto a Alnitak y a Alnilam,
la más brillante y hermosa
estrella jamás conocida por nadie.
Parecían Tres Reyes Magos
o, mejor dicho, las Tres Marías
del divino universo creado
por el Todopoderoso Dios.
Más abajo advertí, un tanto triste,
pero moviéndose en forma
excéntrica, a Hatysa. A su lado
Tabit, la enana amarilla,
Meissa y todas las demás
estrellas de tu corte celestial.
las cuales vestían brillante atuendo.
Lucían esplendidas, como listas
para un baile del espacio señorial.
Los antiguos griegos decían
que naciste de los orines
de los dioses Zeus, Poseidón
y Hermes, después que visitaron
a Hirieo de Tanagra, un anciano
que no podía tener hijos,
pero que con pasión deseaba uno.
En agradecimiento a su hospitalidad
y después de degustar un suculento
buey entero que Hirieo cocinó para ellos,
los dioses le hicieron una promesa
para que su deseo se cumpliese:
orinaron (otros dicen que eyacularon)
sobre la piel del buey que se habían
comido y luego lo enterraron.
Le dijeron que a la décima lunación
lo desenterrara. Cuando Hirieo lo hizo
se encontró con un hermoso y robusto niño,
a quien llamó Urión, el que orina,
en gratitud a los orines de los dioses
que lo habían engendrado.
Otros, en cambio, decían
que Orión había violado a Mérope,
hija de Enopión, quien por ello lo dejó ciego.
No obstante, Helios le devolvió la vista
y Orión se convirtió en compañero de caza
de Artemisa y Leto, pero en cruel venganza,
prometió acabar con todo animal
que transitase sobre la Tierra.
Cuando Gea, la madre Tierra, se enteró,
agarró tan soberano disgustó
por la innoble actitud de Orión,
que lo hizo picar por un gigantesco
escorpión que enseguida lo mató.
Y así, las leyendas y los mitos
sobre Orión se multiplican y siguen
y seguirán hasta el último de los días,
aunque la verdad es que nunca dejará
de acosar por siempre a las Pléyades
y presidir el infinito universo
como un invencible y brillante cazador.





TRILOGÍA EL PAPIRO

La aventura comienza en...
El papiro
Primera novela de la trilogía El Papiro


El Papiro

Sinopsis
Ante el temor de estar en presencia de un Anticristo, monjes de una antigua Misión Capuchina inician la despiadada persecución de un joven predicador que hacía milagros en los barrios donde enseñaba los evangelios. La Santa Sede aprueba la acción porque cree que descubrirá el misterio de un fragmento de Los Papiros del Mar Muerto donde se revelan oscuros secretos. Desde el Vaticano envían a un Justiciero de Dios, una especie de sicario de la Iglesia perteneciente a una antigua secta Templaria, con el propósito de asesinarlo. Al ser capturado descubren que de su cóccix pende un largo rabo y en su tetilla izquierda se le desdibujaba un extraño tatuaje escrito en arameo, la misma lengua que hablaba Jesucristo. Enigmas, romances y muertes. Cardenales, obispos y grande jerarcas de la Iglesia ligados a sectores de la Mafia, se ven involucrados en un macabro plan donde hasta las sombras tiemblan.


Continúa en...
La estrella perdida
Segunda novela de la trilogía El Papiro



La estrella perdida
Sinopsis
Un grupo de arqueólogos descubren en unos viejos papiros el misterio de La Vera Cruz, la cruz de la crucifixión de Cristo, que se hallaba perdida desde su muerte. Los escritos revelaban que los esenios, hermandad de la que formaba parte Jesucristo, la habían llevado y escondido en la cima del enigmático Kukenán, el llamado Tepuy de los Muertos, en la Gran Sabana, al sur de Venezuela. Divor Klaus, un avezado antropólogo y aventurero, parte a buscarla porque los rollos revelaban que se materializaría a las tres de la tarde del Domingo de Resurrección de ese año. La Santa Sede, apoyada por los Dei Pax, un grupo de sicarios al servicio de la Iglesia, va tras su pista, pero se topa con un místico secreto: el nacimiento en la tierra de los Nion, una especie de niños ángeles con poderes celestiales y guardianes de ancestrales misterios divinos. Intrigas y confabulaciones se apoderan del Vaticano y sus más altos prelados, hasta que el día señalado acontece la alineación del Triángulo Divino, suceso que devela nuevas y tenebrosas profecías para la humanidad.


Y finaliza en...
La ventana de agua
Tercera novela de la trilogía El Papiro



La ventana de agua

Sinopsis
Científicos unen esfuerzos para encontrar el antídoto al letal virus anunciado en La Profecía de la Vera Cruz. Para lograrlo deben desentrañar el misterio de La ventana de agua, descrita en la misma profecía. El antropólogo Divor Klaus y otros miembros del Omne verum, auxiliados por los Niños Luz o Elegidos de Dios sobre la tierra, una especie de ángeles de nuestros tiempos, comienzan un duro peregrinar tras las pistas que lo conducirán hacia la enigmática Ventana, la cual encierra el secreto y curación de la peor peste jamás sufrida por el hombre. De fracasar en sus intentos, más de tres tercios de la humanidad correrá el peligro de morir en sólo pocos días. El virus se transmite de mano en mano a través del papel moneda y no habrá forma de evitar que se esparza por el mundo. La Santa Sede, auxiliados por los Dei Pax, el ala armada del Vaticano, busca a toda costa de apoderarse del papiro donde está la mortal profecía porque sospechan que La Ventana de Agua también revela el misterio de La Santísima Trinidad. Persecuciones, torturas y muertes sellarán el desconcertante final.



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