martes, 26 de enero de 2010

El samurai de la mirada de vidrio


Diego Fortunato, pintor, poeta, ensayista, novelista, jodedor irreverente
y pensador universal, en las ruinas greco-romanas de Tindari (Sicilia) uno
de los escenarios de su próxima novela La Ventana de Agua (El Papiro III),
en proceso de redacción. Al fondo, entre la bruma, el incógnito mar Tirreno,
escenario de múltiples batallas, en cuyos abismos marinos moran
ancestrales secretos de la cristiandad.


El samurai de la mirada de vidrio (2005)
Pintor: Diego Fortunato
Tinta china y acrílico sobre cartulina 21 x 29,7 cm.
Serie: EL LENGUAJE DEL ZEN



PISADAS



Un paso,
después otro
y, después,
lentamente
el silencio.
¿Y ahora, qué?
Otro paso,
uno más fuerte,
uno que habla,
uno que calla.
Viene el otro,
siento sus pisadas,
corre y calla,
busca la vida,
pero están las murallas.
El último paso
se queja y maldice,
no hay vida intermedia,
ni historias de hadas
sino un abrazo
a la suerte vacía.

NUNCA MÁS UNA GOTA DE LLANTO INUNDARÁ EL VALLE DE MI ALMA TRISTE


Diego Fortunato, pintor, poeta, ensayista, novelista,
jodedor irreverente y pensador universal, de gladiador,
esperando su turno, en el coliseo romano.


Nunca más una gota de llanto
inundará el valle de mi alma triste (2005)
Pintor: Diego Fortunato
Tinta china y acrílico sobre cartulina 30 x 25 cm.
Serie: EL LENGUAJE DEL ZEN



A LA VENTA


Los recaudado irá a beneficio de la
FUNDACIÓN NIÑOS ARTISTAS DISCAPACITADOS




LADRÓN DE RECUERDOS


Busco sobre
las estepas del gris,
en las redondeces
de la memoria,
sobre las sombras
de las horas idas
y encuentro
el vacío de la nada
que me sonríe
como niña sorprendida.

Giro los ojos del pasado
hacia las profundidades
y un oscuro camino
que por instantes se ilumina,
indica el paso,
corto y escarpado,
hacia el ayer.

No hay rosas ni violetas
menos cosas benditas.
Ramas de terciopelo
o faroles de agua dulce.
Tampoco polvo,
lluvia o tormentas…
Pero es la vía.

Llego al final del sendero
agotado, pero sereno.
En el rincón más oscuro
encuentro un cofre,
que en una época fue reluciente,
con su boca abierta,
como pidiendo clemencia.
A pasos lentos me acerco.
No hizo falta más,
sólo dos pisadas.
Todo olía a estiércol.
Un caballero andante,
quizás un gitano,
un pirata o un fantasma
montado en un corcel
vestido de rabia
se había robado mis recuerdos,
mi historia,
la que creía no valía nada.
Ahora sólo soy el presente.
No hay pasado,
sólo un futuro incierto
que algún día
pertenecerá a los recuerdos.