domingo, 19 de febrero de 2012

EL VENIR

Del continente olvidado por Dios (1989)
Artista: Diego Fortunato
Técnica. Acrílico sobre tela
Medidas: 150 x 100 cm.
Colección Privada Guillermo "Fantástico" González




EL VENIR

 
El venir,
lo que está
por venir,
a lo que muchos
llaman futuro,
es un laberinto
de incertidumbres.




Hasta el pensamiento
que está por venir
se esfuma en instantes
después de existir.


El venir
con el que todos
escribimos
el Libro de la Vida,
sólo Dios sabe
hasta que página
llegará o cuántos
puntos suspensivos
faltan para el temido
e incógnito
punto final.


El venir
no existe,
es impalpable,
imperceptible
a los sentidos
y, sin embargo,
siendo también
invisible
vive dentro
de cada ser
y se anida
en el alma.
¿Cómo será
mi próximo
segundo?...
¿Un punto
y coma,
o quizás
un punto
y aparte
para después
seguir
el recorrido?
¿Usted lo sabe?
¿Alguien
me lo puede
decir?
¿Alguna
máquina
lo puede
captar?


El venir
es la paradoja
de la vida.
En un segundo
puede nacer,
en un segundo
puede morir.


El venir,
el no saber
lo que está
por venir,
nos mantiene
vivos y alertas.


El venir
es como
el sueño
que soñamos
después
de dormirnos
sin saber
qué soñaremos
o si volveremos
a despertar
y soñar otra vez.


El venir
es el todo
y la nada,
es el futuro
y el presente
de la vida
del que nadie
conoce cómo
o cuál será.




El artista y escritor Diego Fortunato junto a su hija Viviana

en la Torre de Pisa, Italia (2005).



miércoles, 8 de febrero de 2012

LA FAENA DE ADÁN Y EVA

La faena de Adán y Eva (1987)
Autor: Diego Fortunato
Acrílico sobre tela 122,5 x 76.5 cm.
Colección Privada



COMPAÑEROS


Tengo dos compañeros
nuevos. Quizás Dios
me los envío,
quizás la providencia,
quizás es pura casualidad.
No importa cuál quizás
fue. Lo importante
es que los estoy comenzando
a comprender. Quizás más
que eso. Quizás estoy
aprendiendo a amarlos
o quizás los amé
desde el mismo instante
en que los conocí.
No lo sé y tampoco importa.
Lo importante, los ame
o no los ame, los aprecie
o no los aprecie,
son mis compañeros.
Mis inseparables
compañeros de días
de cuitas, de noches
de insomnio, de efímeras
alegrías y de prolongados
silencios salpicados
de reflexión y aburrimiento.
No dicen nada. Sólo
me ven y todo lo aprueban.
Yo hago lo mismo.
Los veo, los apruebo
y a veces trato de entender
sus pensamientos,
sus deseos y sus angustias
si es que las tienen.
Hace poco que están conmigo.
Quizás también ellos
me estén estudiando.
Quizás psicoanalizando,
quien sabe. En este mundo
todo es posible, tal como
es posible reproducir
bacterias de la nada
y todo un cuerpo
de una simple
y microscópica célula.
Uno de ellos,
uno de mis compañeros
se llama Coloso. No sé
porqué le pusieron
ese nombre de pila,
ya que es muy pequeño.
Casi una miniatura,
diría yo al compararlo
con otros de sus parientes.
El otro, siquiera tiene nombre.
Quizás nunca lo tendrá.
Quizás su mamá se lo puso
y yo no lo sé. Quizás si, quizás no.
Por eso, como no conozco
a su señora madre, lo he bautizado
con el nombre de Picirillo,
que en buen italiano quiere
decir Pequeñín, porque es mucho,
pero muchísimo más pequeño
que Coloso, mi otro compañero,
que de coloso no tiene un ápice.
Estoy seguro que, aunque
los tres convivamos juntos,
Coloso y Picirillo no se conocen
ni jamás se han visto.
Si ocurriría alguna vez,
sin la menor duda Picirillo
dejaría de existir. Sería
una lástima porque últimamente
lo he visto crecer. Picirillo
es apenas un bebé, pero crece
rápido y saludable. A pesar
de su corta edad en cada uno
de sus movimientos evidencia
su agilidad y vivacidad
ancestral. Lo lleva impreso
en su ADN. Debido a eso
se ha salvado de grandes
hecatombes desde el principio
de los principios, cuando
la Tierra era poblada
por descomunales dinosaurios.
A Picirillo sólo lo veo
en la noches.
Es un noctámbulo incurable
y así será mientras
la Tierra siga girando
sobre su eje. Esa conducta
ha hecho sobrevivir
a su especie durante milenios.
Lo veo cuando voy al baño.
Vive allí y ese, para el
“inmenso” espacio, le gusta
y también lo disfruta.
Mientras estoy sentado
en la poceta, ustedes saben,
haciendo mis cosas… ¡La caca,
por supuesto!, lo observo
como, dicharachero y feliz,
deambula de un lado otro
con total y absoluta libertad.
¡Es tan pequeño y yo tan grande!,
pienso a veces, y siquiera me teme.
Anda por doquier. Cerca de mis pies,
en los alrededores de la poceta
o donde le da su perra gana.
A veces me reta y busca meterse
entre mis pantuflas… ¡Es un atrevido!
Un temerario. A veces lo veo,
lo presiento y lo visualizo
como mi héroe, mi valiente héroe.
¡Yo, unas cien mil veces más grande
que él y no me teme!… ¡Siquiera
tiembla ante mi presencia!
Por eso lo admiro y amo.
Además, es mi compañero de soledad.
Mi compañero de pensamientos,
porque me hace reflexionar
mucho sobre la vida y la muerte
y de todas esas cosas que los humanos
nos empeñamos en pensar
enfermizamente a fin de hacernos
nuestro propio y personal
haraquiri mental y vivencial.
Picirillo es silencioso y pulcro
y no se mete con nadie.
Vive en completa paz y armonía.
Así lo hizo Dios y parece
darnos el ejemplo, pero nadie
lo ve, nadie nota sus sabias
y silenciosas enseñanzas.
Cuando anda por doquier,
libre y orondo, como Pedro
por su casa, sólo busca su alimento.
Alimento para su subsistencia,
para que cuando sea adulto
o llegué el mágico momento
de aparejarse, pueda tener
su propia y hermosa familia,
la cual seguirá, por los siglos
de los siglos, perpetuando su especie.
Realmente he comenzado a amarlo,
a quererlo con total
y desprendido sentimiento.
Cuando en las noches voy a hacer pis
y no lo veo me preocupo. ¿Será
que Coloso lo descubrió andado
por “su casa” y acabó con su existencia?
Con ese funesto pensamiento
martillando mi sienes, regreso
a la fría cama de invierno tropical.
No dejo de pensar, una y otra vez,
qué suerte le tocó. Qué pudo
haberle ocurrido. Y entre pensar
y repensar pronto quedo otra vez dormido.
A veces me cuesta retomar el sueño.
Otras veces, cuando el cansancio
me abruma, no. No puedo evitarlo.
Sé que Coloso no es ningún
salvaje animal y eso me consta.
Más bien es dócil y comprensivo,
pero instintivamente su naturaleza
lo impulsa a hacer cosas
que para otros podrían parecer
aberrantes y que para el no lo son.
Yo lo quiero mucho.
Aunque a veces lo reprendo
y me dirijo a el con palabras
subidas de tono y un poco groseras,
sé que también me quiere mucho.
Es tan fiel y comprensivo,
que a veces me hacer sentir mal
por mi hostil comportamiento.
En más de una ocasión
me he reprobado en silencio
mi, a veces, neurótico trato.
Y es que, en momentos, me desespera.
El muy insolente se cree
el rey del universo, el centro
de toda la galaxia
y que la vida y el mundo
gira a su alrededor.
A pesar de que me irrite
y que a veces le da por romper
todo: muebles, patas de sillas,
flecos, costosos divanes
y todo lo que le venga
en perra gana, lo amo.
La descrita no es su peor
actitud y proceder.
Lo peor, lo cual tiene la casa
convertida en mundanal chiquero,
es que se mea y caga donde,
también, le da la perra gana.
Y eso que no es ninguna perra,
sino un chiquitín perrito chihuahua,
de los que a los maricones
gringos, por eso del marketing,
les ha dado por llamar chihuahua toy.
¡Si hombre, toy!... Nunca había
visto ni imaginado un juguete
tan cagón, insolente, maleducado,
patán, cabeza dura
y todos los demás etcéteras
que se le quieran poner, como Coloso.
Sin embargo, y a pesar de todo,
lo amo. Tiene sus defectos, como
todos, pero también sus virtudes.
Coloso es cariñoso, comprensivo,
fiel, piadoso, escrupuloso, tolerante,
moderado guardián, ya que es un
poco miedoso, y de mirada angelical
sólo cuando quiere que se le consienta en algo.
Además, es un innato psicoanalista.
Cuando me mira fijamente a los ojos
me hace sentir, y así lo percibo,
como si estuviese sentado
en el diván de un psiquiatra
y el fuese el loquero
que me escucha en silencio.
Lo digo en chanza,
ya que nunca, gracias a Dios,
he tenido que ir a uno.
Sea lo que sea,
lo amo y el a mí. Eso es seguro.
El lo sabe y yo también.
Lo mismo sucede con Picirillo,
mi pequeña chiripa
que pronto, si Dios quiere,
se convertirá en una señorial,
distinguida y elegante cucaracha.
Son mis compañeros
y yo lo amo. Sé que ellos
también me aman a mí.
Dios me los puso en el camino.
No me opongo. Dios sabe lo que hace…
El tiempo de Dios es perfecto.
Yo lo sé. Nunca lo he dudado,
porque siempre lo he amado
sobre todas las cosas terrenas
o divinas… ¡Dios está conmigo
y siempre lo estará!... ¡Te amo Dios!




El pintor, escritor, poeta, ensayista, dramaturgo y jodedor irreverente e incurable
 Diego Fortunato junto al maestro Fernando Botero durante una
visita del artista colombiano a Venezuela. A la izquierda, El descanso,
pintura de Fortunato perteneciente a su Serie La famme en ocre.

viernes, 27 de enero de 2012

EL GUADARROPA DE LA VIRGEN


La madonna (1998)
Pintor: Diego Fortunato
Acrílico sobre tela 120 x 100 cm.
Serie VITRALES VIRTUALES
Colección Privada


EL GUADARROPA DE LA VIRGEN



Fe tengo
y a borbotones.
Devoción también.
De las puras y sinceras.
Amo a la Virgen María.
Amo su inmaculada
santidad, misericordia
y divina pureza virginal.
Eso no lo pongo
en duda y jamás podré
hacerlo mientras viva.
Aclaro esto a fin de disipar
malévolos y perversos
pensamientos o gratuitas
acusaciones por lo que irán
a continuación leyendo.
Cristiano soy y de ateo
no tengo un ápice.
En fin, creo en Dios
y lo amo por sobre
todas las cosas
terrenales y divinas.
Pero una cosa
yo no entiendo. Y no es
que sea bruto, ignorante
o un inmaduro tarado mortal.
¿Qué es lo que no entiendo?
Pues bien, iré al grano.
No entiendo porqué,
si la Virgen María
es una sola y no existe otra
similar en todo el universo
que mi Dios Omnipotente
y Todopoderoso creó,
porqué, repito, siempre que la Virgen
aparece, aquí, allá, en Siberia
 o en la Conchinchina,
la pintan distinta y de mil maneras,
si la Virgen es una sola
y la misma tiene que ser siempre.
No entiendo porqué los complejos
humanos la visten de tal o cual manera,
si la Virgen siempre es la misma,
única, santa y bondadosa.
Eso no suena ni parece lógico
ni real… ¿ Será que allá en el cielo,
Paraíso, Edén o donde more la Virgen
por toda una eternidad,
ella tiene un guardarropa
muy nutrido y especial?
¿Y por qué razón debe tener tanto
y tan lujoso ropaje, cuando aquí
en la Tierra mucha hambre y frío
pasan mis desarropados vecinos
de la humanidad? ¿No será ese
un invento de los rebuscados,
oscuros y perversos señorones
que dirigen la opulenta,
capitalista, voraz e inmoral
Iglesia terrenal?
Para mí la Virgen es una
y única, y no me importa
como me la quieran pintar
o vestir, porque en mi fe
me la imagino humilde,
bondadosa y de gran corazón.


Devoto soy
y lo seguiré siendo
hasta que Papá Dios
me diga hasta aquí
llegaste chirulí.
Pero que no me vengan
con esos cuentos
insanos e insensatos
de una Virgen muy oronda,
vestida de oropel,
corona de oro,
rubíes y diamantes
por doquier. Mi Virgen
siempre será santa, pura
y virginal, pero nunca
ostentosa como una madame
de la alta sociedad.
Por el contrario: será sencilla,
humana y vestida como el pueblo
que habrá de guiar hacia la santidad.
Esa es mi Virgen y ninguna más.
Además, ¿por qué tienen que vestirla
como reina pagana si era la humilde
esposa de un carpintero que por
gracia divina concibió a Jesucristo,
también humilde y divino conductor
de la humanidad espiritual?
Y no me digan ahora los farsantes,
fariseo e hipócrita jerarcas
de los templos, que soy un hereje pecador
y que me tendrán excomulgar
porque sacrilegio impune
he cometido al percibir a mí
Virgen María pura, sencilla
y santa, pero vestida
como una persona normal.
Tampoco me vengan a decir
que tras el esplendoroso guardarropa
de la Virgen, que ha aparecido
infinidad de veces en todo el orbe,
de norte a sur y de este a oeste
en este mundo terrenal,
que todo es obra de la fantasía
o imaginación humana,
refrendada por la iglesia municipal
y después por Su Santidad,
quien cómplice ha permitido
vestir a mi Virgen María
como una señorona de la impúdica
nobleza del Medioevo
o del luminoso Renacimiento.
En fin, no me vengan
con cuentos chinos,
porque detrás de todo esto
hay tufo de perversa
y confusa maldad.


La Virgen es una sola,
única e irrepetible y siempre
será la misma buena, bondadosa
y santa madre y mujer
aunque algunos
con intenciones insanas
busquen vestirla como una reina
de la decadencia moral.


Mi Virgen es simple,
hermosa y virginal
como cualquier madre
de la época de Jesús,
el hijo unigénito de Dios
concebido en su vientre
por obra y gracia
del Espíritu Santo.
Una cosa les diré:
aunque me la pinten
vanidosa, altiva y ostentosa,
llena de esplendorosas joyas
o sentada en trono de oro,
siempre la voy a querer
como siempre lo he hecho.
Pero la Virgen de mis sueños
y devoción, es una santa mujer
vestida muy sencilla,
con manto de lino blanco
que cubre su cuerpo
desde la cabeza hasta los pies,
con mirada angelical
y estampa celestial. Eso me
basta. Eso basta a mi fe,
No sé si a ustedes, ¿Para qué
más, si la amo de verdad?



El pintor, escritor, poeta y novelista Diego Fortunato en plaza San Marcos (Venecia) durante un día de otoño muy lluvioso.


© Diego Fortunato
diegofortunato2002@gmail.com






viernes, 20 de enero de 2012

CORAZÓN SIN NORTE


El baúl (1987)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre cartón 66 x 48 cm.
Colección Privada Familia Capriles Ayala




CORAZÓN SIN NORTE



Vaga aquí,
vaga allá.
No sabe
dónde ir.


Vaga aquí,
vaga allá.
Tiene miedo
de vivir.


Corazón
sin norte,
bruma perdida
en la desesperanza
de la vida.


Vaga aquí,
vaga allá.
Vagabundo
del dolor.


Vaga aquí,
vaga allá.
Vive sólo
por vivir.


Corazón sin fe,
corazón atormentado
por el pasado
que le tocó vivir.


Vive aquí,
vive allá.
Golondrina
sin norte
ni camino
busca dentro,
muy dentro
de tu corazón,
y encontrarás
el sendero hacia
la ansiada felicidad.





Alegres y felices. El pintor, novelista y poeta Diego Fortunato con Deborah, Viviana y Cristhian, tres de sus cinco hijos.