miércoles, 25 de julio de 2012

LA MAJA INDÍGENA

La maja indígena (1987)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre cartón 66 x 48 cm.
Colección Privada.





ESTABA RECOSTADO SOBRE UN DESEO


Tirado en noche
oscura sobre el verde
y oloroso prado salvaje
y al abrigo de un paraguas
de estrellas, miraba al cielo
en busca de un lucero fugaz
para pedirle un deseo.


Estaba alejado del mundo,
de sus guerras criminales,
de sus odios infernales,
de sus luchas malditas
y violencia materialista.


Estaba ahí, donde la paz
puso su nido. Donde Dios
hace la siesta en días festivos.
Alejado de la eternidad
de las horas opacas y sin sentido.
De las luchas estériles de los poseídos
por el olor del dinero y la riqueza perversa.


Estaba en esa gran sabana,
hoy ungido paraíso terrenal,
que aún no ha sido contaminado
por la civilización siniestra y letal.
Estaba entre seres puros en humildad,
en el único recodo que se ha salvado
de la rapaz garra sucia e inmoral.


No sé si me perdonarán
mis hospedantes, los sabios
pemones, arekunas y demás,
pero se me hace necesario
revelar dónde estaba a fin
de enseñar al mundo
el ejemplo que ustedes dan.


Quizá los haré más adelante,
pero antes quiero terminar
con lo que había comenzado:
La noche se teñía de azul oscuro,
de ese color que nadie ha visto
ni yo sé descifrar. Mis ojos bien directos
no dejaban de apuntar al cielo,
mientras mis labios se desdibujaban
sin querer en sonrisa placentera.
No hay palabras, ni mano humana
que pueda atrapar ese momento.


Mientras suspiraba apareció una,
después otra y luego una legión más.
Eran tantas y tan rápidas,
que se me olvidaron los deseos.
Cerré los ojos suavemente y pensé:
Necesito un sólo deseo
para todas ellas y que todas juntas
logren realizarlo. Volví a suspirar
y pronto dije en mis adentros: “Señor,
Dios mío, devuélvele al ser humano
la espiritualidad perdida… ¡Por favor!”.


Al instante abrí los ojos y desde la pérgola
del cielo, las estrellas aún fluían
con fulgor, rapidez y reluciente armonía.
Parecían fuegos artificiales venidos
de las bóvedas del infinito desconocido.
¡Qué espectáculo tan magistral que ojos
humanos y radiantes pudieron ver y maravillar!


Me incorporé tranquilo. Sacudí
alguna paja que se había adherido
a mi camisa de lino y caminé lento
hacia la churuata, una especie de castillo
tejido con telarañas de palma moriche.
Suspiré otra vez, esta vez aún más profundo,
que creo que hasta en el fin del mundo
se escuchó su sentir. Acordeones,
una flauta y un violín sonaron en mí ser,
muy adentro, tanto que aún lo siento.
Fue la señal, no sé. No me atrevo a predecirlo.
Lo único que sé es que mi deseo pronto
se cumplirá porque el mundo ansioso está.


Volviendo a lo otro,
con mucha pena y obediencia
debo decir que me fue negado
y al mismo tiempo yo me lo he prohibido,
revelar dónde queda mi paraíso terrenal.
Está en la Tierra, claro está.
Ni tan cerca ni tan lejos, dependiendo
de donde usted está. Pero una cosa
es cierta :¡Ahí no hay maldad!


Una pista les he dado
porque así me fue permitido.
No hay mal sentido en este relato.
Lo lamento mucho, pero debo preservar
el único recodo donde Dios en las tardes
va a descansar y a soñar por un hombre
justo, espiritual, más humano y menos letal.


¡Lo sé!… ¡Él también sabe que vendrá!

lunes, 25 de junio de 2012

¿POR QUÉ LLORAN LAS MARIPOSAS?

La intimidad
Pintor: Diego Fortunato
Técnica: Acrílico sobre tela
Tamaño: 150 x 100 cm.
Año: 1985
Serie: La famme en ocre
Colección Privada Nina Kors


POR QUÉ LLORAN LAS MARIPOSAS



Tirado en la ribera de la nada
pensaba en el atardecer
de la primavera, en los bosques
callados y siempre vivos
de la sabiduría silenciosa.


Escuchaba el riachuelo
de mi alma descorrer
hacia el eterno
soplo del viento.


Miraba embelesado
a los pájaros cantores
de fantasías y quimeras

que cabalgan en los sueños.


Miraba al mundo
girar en torno mío
pero no entendía
sus movimientos
ni el porqué de la vida.


Todo fluye. Nada es eterno.
Hasta la muerte es temporal,
como temporales son
las ideas y las ilusiones.


Me vi tirado
sobre una alfombra
de hierba viva
adornada por flores
de tantos colores
que el mismísimo arco iris
las hubiese envidiado
si ese vil defecto
albergase su juego golondrino.




Estaba tan feliz
que hasta la dicha
susurraba su alegría
en el eco de la montaña.


De pronto vi una,
después otra,
más adelante a millones
de hermosas mariposas
de múltiples colores, formas
y maneras de danzar al viento.


Una muy pequeña,
de tiernas y agraciadas
alas color azul cobalto
ribeteadas de perfumado
listón blanco, dejaba
descorrer una lágrima
por su inocente mejilla.


No pude permanecer más tiempo
tendido en la hierba viva.
Me incorporé, fui hacia
ella y curioso le pregunté:
¿por qué lloras mariposa?


Levantó su rostro
y con la lágrima
aún rodando hacia
la inmensidad intangible,
me dijo: Por el mundo…
Por ustedes…
¿Y por qué?, la interrumpí
en su sollozo interior sin
dejarla concluir.
Porque navegan hacia el fin
y siquiera se han dado cuenta.


Me recosté junto a ella
y puse a pensar a su lado
mientras una gran lágrima
también rodaba por mi rostro.




Con mis hijas Daniela y Deborah en el Lungo Mare de Milazzo (Sicilia, Italia).

sábado, 9 de junio de 2012

LA GOLONDRINA ESCAPADA DEL HORIZONTE


La golondrina escapada del horizonte (2006)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre tela 60 x 40 cm.
Serie BAILARINAS INFINITAS
COLECCIÓN PRIVADA:
Familia González-Fortunato La Rosa




Sylvie Guillem, bailarina modelo del cuadro.






LA GOLONDRINA ESCAPADA DEL HORIZONTE


Mis ojos bohemios
surcaban el horizonte
desdibujado de luz y olvido
cuando de pronto
vi a una golondrina
que parecía perdida
regresar con canto
de vida al nido.

Un perfume
de dulce esperanza
inundó a su paso mi pincel
que sobre el lienzo
vestido de azul pastel
con esbozos de madreperla
vibró con latido fiel.

Dócil y placentero
el día se fue acurrucando
en los brazos de la noche
porque había nacido
una golondrina
con alas de poesía.

Allí, desde su pequeño nido,
construido de blanco lino,
en vigilia permanente de paz y amor
señala bendita el sendero
de la felicidad y quimeras soñadas
a mi adorada y dulce hija.

La última vez que la vi
surcaba llena de dicha
mares y océanos,
montes, colinas y ríos
para volver a los brazos
de la libertad concedida.

Ahora está lejos, muy lejos,
pero tan cerca de mi corazón
que en un soplo puedo tocarla.

El pintor, poeta, novelista y ensayista Diego Fortunato con sus hijas
 Viviana y Daniela en Milán (Italia).