viernes, 26 de mayo de 2023

MENTIRAS MUERTAS





La siesta
AUTOR: Diego Fortunato
TÉCNICA: Acrílico sobre tela
DIMENSIONES: 122x76.5 cm.
AÑO: 1986
COLECCIÓN PRIVADA


MENTIRAS MUERTAS

Se han ido al olvido
con sus engaños,
con su perversa maldad.
La confusión es la tumba de sus ideas.
El miedo abono de su aliento.
Su blasfemia temerle a la vida…
Vivir plenamente… Sin mentiras.

Sembraron dudas,
confundieron sin misericordia.
Manipularon la verdad sin piedad.
Son mentiras muertas
en el laberinto de las angustias.

El daño fue hecho.
El daño está hecho…
La compasión ha muerto.
No hay vuelta atrás.
Nunca podrán
reverdecer a la bondad
las mentiras muertas,
las que sembraron
dudas y pecado.
Yacen en un huerto
de negro estiércol
que divaga en la nada.

Algunas se aferran
al recuerdo,
tratan de sobrevivir,
pero moribundas
descienden
al pozo del infierno
que las vio parir.

¡No hay nada más bello
que la verdad!
La verdad es la vida,
los sueños y el conocimiento…
El amor y los sentimientos.
La verdad es la luz
de los sentidos,
la paz de los corazones…
¡El alma de Dios
hecha vida!


Diego Fortunato en Ponte di Mezzo, Pisa, Italia, 
lugar donde vivió durante un año.

viernes, 21 de enero de 2022

LA GOLONDRINA ESCAPADA DEL HORIZONTE

 La golondrina escapada del horizonte (2006)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre tela 60 x 40 cm.
Serie BAILARINAS INFINITAS
COLECCIÓN PRIVADA:
Familia González-Fortunato La Rosa

Sylvie Guillem, bailarina modelo del cuadro.



LA GOLONDRINA ESCAPADA DEL HORIZONTE

Mis ojos bohemios
surcaban el horizonte
desdibujado de luz y olvido
cuando de pronto
vi a una golondrina
que parecía perdida
regresar con canto
de vida al nido.

Un perfume
de dulce esperanza
inundó a su paso mi pincel
que sobre el lienzo
vestido de azul pastel
con esbozos de madreperla
vibró con latido fiel.

Dócil y placentero
el día se fue acurrucando
en los brazos de la noche
porque había nacido
una golondrina
con alas de poesía.

Allí, desde su pequeño nido,
construido de blanco lino,
en vigilia permanente de paz y amor
señala bendita el sendero
de la felicidad y quimeras soñadas
a mi adorada y dulce hija.

La última vez que la vi
surcaba llena de dicha
mares y océanos,
montes, colinas y ríos
para volver a los brazos
de la libertad concedida.

Ahora está lejos, muy lejos,
pero tan cerca de mi corazón
que en un soplo puedo tocarla.

El pintor, poeta, novelista y ensayista Diego Fortunato con sus hijas
 Viviana y Daniela en Milán (Italia).

La poesía La golondrina escapada del horizonte forma parte de poemario CARICIAS AL TIEMPO de  Diego Fortunato.


http://www.amazon.com/Diego-Fortunato/e/B001JOA9JS

jueves, 27 de mayo de 2021

¿QUIÉN ERES?

La náufrago (2001)
Pintor: Diego Fortunato
Técnica: Acrílico sobre tela.
Tamaño: 120x90 cm.
Serie: Vitrales virtuales
Año:2001
Colección del pintor.



¿QUIÉN ERES?

Te encuentro en el viento.
En el suspiro que acaricia la flor.
En el aliento que ahoga mi alma.
Eres el todo en la nada de mi existencia
y siquiera sé quién eres.

Vivo arrullo de agua.
Piel al vaivén de olas sin lamento.
Locura del firmamento…
Estrella que ahogas la tormenta,
dime, por favor, ¿quién eres?

Entraré en la estancia del recuerdo.
En el murmullo de la luz
para saborear tú beso en el tiempo.
Límpida locura, alma sin cordura
que atrapas mi vida con ciego torzal,
de dónde vienes, ¿quién eres?

Danza impetuosa que acaricia la creación.
Estás allí, en toda tú hermosura,
hembra galana, mujer amada, sueño loco,
mujer mía que abrazo en el tiempo,
porqué me castigas con tú silencio.

LA POESÍA ¿QUIÉN ERES?  FORMA PARTE DEL POEMARIO CARICIAS AL TIEMPO DE DIEGO FORTUNATO


A LA DISPOSICIÓN EN...

En Amazon y todo el mundo




En CREATESPACE


EN SMASHWORDS

En eBay

En Suramérica

En España y toda Europa


jueves, 21 de febrero de 2019

ESCUCHA EL DOLOR DEL MUNDO

Cualquiera diría que es una copia de la Mona Lisa (1998)
Pintor: Diego Fortunato
Acrílico sobre cartón 60 x 45 cm.
Colección Privada.



ESCUCHA EL DOLOR DEL MUNDO

Estuve en el principio del dolor,
donde la humanidad se desangra.
Donde la fe es negocio y burla,
imperio de conjuras
y capital sin cordura.
Estuve en el este y en el oeste,
en el norte y en el sur…
Con negros y blancos
y con hombres de ojos de alelí,
rasgados o rojos como el rubí.
En el Asia y en el África,
en Europa y América
y en las tierras lejanas,
y sólo encontré una religión…
¡La verdadera!... ¡La de los hombres!
¡La de los materialistas!
La de los seres que no creen en Dios,
mucho menos en Alá o Mahoma,
Buda, la Biblia o el Corán.
Que se burlan de la Tora de Moisés
y de las vírgenes y los santos,
así como de mí Espíritu Santo,
al igual que hacen con
Krishna y los devotos que lo siguen.
Tampoco en el Cristo que llevan
en sus cuellos como escapulario
cuando están en Wall Street
o en el burdel donde negocian
con maldad la vida de la humanidad.
Es la de los hombres
la religión que domina al mundo…
La más perniciosa y dañina,
la que con soberbia conduce
a guerras, muertes y al terror
por avaricia, prepotencia y ambición.
Y rezo:
Vivo, pero la violencia del hambre me tortura.
Vivo, pero el terrorismo aniquila mi alma.
Vivo, pero sollozo cuando crucifican a la compasión.
Vivo, pero la opresión y la maldad ofuscan mi ser.
Vivo, pero agonizo si no hay libertad ni expresión.
Vivo, pero, ¿dónde voy, si no puedo ser quien soy?
Vivo, pero me rebelo si no me dejan escribir.
Vivo, pero, ¿cómo puedo vivir sobre el dolor del mundo?
Vivo, porque soy un loco imposible.
Vivo, porque nací en este planeta chiflado.
Vivo, porque estoy enfermo de cordura.
Vivo, pero no puedo vivir si el hambre destruye a los míos.
Vivo, porque amo al amor y el amor todo lo puede.
Vivo, porque sin vida no podría escribir.
Vivo, para ser la conciencia de la humanidad.
Vivo, porque Dios es mi guía y yo su rebaño.





Diego Fortunato en Nueva York.
Al fondo las desaparecidas Torres Gemelas. 



domingo, 2 de diciembre de 2018

ESTABA RECOSTADO DE UN DESEO

La maja indígena (1987)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre cartón 66 x 48 cm.
Colección Privada.




ESTABA RECOSTADO SOBRE UN DESEO


Tirado en noche
oscura sobre el verde
y oloroso prado salvaje
y al abrigo de un paraguas
de estrellas, miraba al cielo
en busca de un lucero fugaz
para pedirle un deseo.

Estaba alejado del mundo,
de sus guerras criminales,
de sus odios infernales,
de sus luchas malditas
y violencia materialista.

Estaba ahí, donde la paz
puso su nido. Donde Dios
hace la siesta en días festivos.
Alejado de la eternidad
de las horas opacas y sin sentido.
De las luchas estériles de los poseídos
por el olor del dinero y la riqueza perversa.

Estaba en esa gran sabana,
hoy ungido paraíso terrenal,
que aún no ha sido contaminado
por la civilización siniestra y letal.
Estaba entre seres puros en humildad,
en el único recodo que se ha salvado
de la rapaz garra sucia e inmoral.

No sé si me perdonarán
mis hospedantes, los sabios
pemonesarekunas y demás,
pero se me hace necesario
revelar dónde estaba a fin
de enseñar al mundo
el ejemplo que ustedes dan.

Quizá los haré más adelante,
pero antes quiero terminar
con lo que había comenzado:
La noche se teñía de azul oscuro,
de ese color que nadie ha visto
ni yo sé descifrar. Mis ojos bien directos
no dejaban de apuntar al cielo,
mientras mis labios se desdibujaban
sin querer en sonrisa placentera.
No hay palabras, ni mano humana
que pueda atrapar ese momento.

Mientras suspiraba apareció una,
después otra y luego una legión más.
Eran tantas y tan rápidas,
que se me olvidaron los deseos.
Cerré los ojos suavemente y pensé:
Necesito un sólo deseo
para todas ellas y que todas juntas
logren realizarlo. Volví a suspirar
y pronto dije en mis adentros: “Señor,
Dios mío, devuélvele al ser humano
la espiritualidad perdida… ¡Por favor!”.

Al instante abrí los ojos y desde la pérgola
del cielo, las estrellas aún fluían
con fulgor, rapidez y reluciente armonía.
Parecían fuegos artificiales venidos
de las bóvedas del infinito desconocido.
¡Qué espectáculo tan magistral que ojos
humanos y radiantes pudieron ver y maravillar!

Me incorporé tranquilo. Sacudí
alguna paja que se había adherido
a mi camisa de lino y caminé lento
hacia la churuata, una especie de castillo
tejido con telarañas de palma moriche.
Suspiré otra vez, esta vez aún más profundo,
que creo que hasta en el fin del mundo
se escuchó su sentir. Acordeones,
una flauta y un violín sonaron en mí ser,
muy adentro, tanto que aún lo siento.
Fue la señal, no sé. No me atrevo a predecirlo.
Lo único que sé es que mi deseo pronto
se cumplirá porque el mundo ansioso está.

Volviendo a lo otro,
con mucha pena y obediencia
debo decir que me fue negado
y al mismo tiempo yo me lo he prohibido,
revelar dónde queda mi paraíso terrenal.
Está en la Tierra, claro está.
Ni tan cerca ni tan lejos, dependiendo
de donde usted está. Pero una cosa
es cierta :¡Ahí no hay maldad!

Una pista les he dado
porque así me fue permitido.
No hay mal sentido en este relato.
Lo lamento mucho, pero debo preservar
el único recodo donde Dios en las tardes
va a descansar y a soñar por un hombre
justo, espiritual, más humano y menos letal.

¡Lo sé!… ¡Él también sabe que vendrá!

Un alto en el camino en la vía que conduce al Roraima, 
La madre de todos los tepuyes de La Gran Sabana, 
al sureste de Venezuela (Estado Bolívar). En su cima
 se desarrolla el final de mi novela La ventana de agua,
 Tercera y última de la Trilogía el Papiro. 
Tapado por mi sombrero el Kukenán, visto en su
misteriosa e imponente silueta en la foto de abajo. 

www.gransabanayroraima.blogspot.com


A mi espalda el enigmático Kukenán, el llamado Tepuy
de los muertos,donde inicia La Estrella perdidasegunda
novela de la Trilogía El Papiro. La foto fue tomada desde el 
campamento pemón (etnia indígena dominante en la Gran Sabana), 
asentado a orillas del río Tëk. (Estado Bolívar, Venezuela).-

PUEDES LEER GRATIS LOS PRIMEROS CINCO CAPÍTULOS DE LAS TRES NOVELAS DÁNDOLE UN CLIC A LA VISTA PREVIA DE LOS ENLACES PUBLICADOS EN LA COLUMNA DE LA DERECHA DEL BLOG.

sábado, 31 de marzo de 2018

FLORES MARCHITAS

Danzando hacia la primavera
Autor: Diego Fortunato
Técnica: acrílico sobre cartón
Tamaño: 66x48 cm.
Año: 1987
Colección Privada familia Tinoco



FLORES MARCHITAS

Todos los días se van.
A veces cientos de ellas.
Otras miles,
ciento de miles.
Algunas dejan huellas.
Otras se van al olvido.
Por un tiempo se anidan
en los recuerdos
luego parten a la eternidad
despojándose del olvido.
Vagan desnudas
por el tiempo.
Una vez fueron vida.
Ahora son flores marchitas.
Brindaron afecto y amor
a sus seres queridos.
Protección a los desvalidos.
Mimos y embeleso
a los retoños paridos.
Ahora son flores marchitas,
flores del olvido.
Algunas quizás vayan
al edén de los seres de fe.
Otros sólo quedarán
en las fronteras inmortales
de la nada y el abandono.

Son flores marchitas
que una vez dieron vida.
Todas se van…
Ninguna queda…
No hay soplo de vida.


El pintor y poeta Diego Fortunato con el recientemente fallecido cantante mexicano Juan Gabriel. Eran tiempos mozos, tiempos de felicidad y logros alcanzados.